domingo

Metamorfosis

Hace un tiempo escribía sobre la metamorfosis. Sobre la necesidad de dejar de ser crisálida y de subirme de una vez a mis ganas ciertas de vivir. La transformación se hizo: Soy mujer asombrada. Tengo la conciencia absoluta de los momentos. Me toca el otoño y se me eriza la piel. Tengo la risa, la increíble risa. La música me violenta y de la garganta salen sonidos amigables y necesarios. Tengo la pluma que quiero: las palabras se dejan ver con la simpleza y la complejidad de un espejo. Ahí está la soledad, esperandome, amiga, por las noches para imaginar miles de escenarios exagerados y florecidos. A la luna mirándome, a mis libros abrigando la vigilia y a los que escriben, que se empeñan en apalabrar a estos paisajes. Y tengo el llanto, el antiguo llanto que me salva. Y este espanto que me quita el sueño.

El mareo ahora es el signo del movimiento. No me asusta. La metamorfosis termina y empieza otra cuando me veo las primeras alas, que me deja en otro lado, recomenzando, siempre. Y qué lindo: Nunca llego a ser mariposa.

1 comentario:

  1. Qué feliz me hace verte feliz.

    Haber transformado ese mareo en movimiento.

    Y que guardes la risa. Y el llanto. Que son dos de las mejores cosas que tenés. Y que, algunas veces, son la misma cosa.

    Qué exquisito es pasar por este lugar.

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maréese un rato, maréese