Encuentro un papel en el fondo de un bolso viejo. Está
amarillo y parece lejano, como todo lo amarillo.
“Cuando no estás mirando, son ondas de posibilidad.
Cuando estás mirando, son partículas de experiencia”
Dice.
Dice.
Y es mi letra. Lo
tomo en mis manos e intento recordar el momento en que lo escribí. Eso no es
mío. “De algún lado lo copié” me digo. Estaba en un bolso de viaje que no uso
desde hace un año y medio. Ese bolso me llevó a trabajar a los lugares más inhóspitos,
en soledad y acompañada. Quizá miraba la ruta cuando lo anoté, quizá fuera la
frase de una película, o de una tarjeta de navidad. Tal vez lo saqué de una revista.
No recuerdo el momento de haberlo guardado. Ni por qué tenía sentido en ese
momento.
Dándole lugar al asombro, me guardo el papel confiando en
aquello que no sé ni sabré nunca. “…Son partículas de experiencia” digo en voz
alta, en el esfuerzo de entender un poco más. Comprendo que ese papel viene a
decirme algo. Lo conservo. Quizá no tenga sentido todavía. O ya lo haya
perdido.
O quizá un día, sin más, lo vea escrito en una pared desconocida
que me sostiene el pelo, mientras amo. Y
entienda todo allí, mirando, maravillada de experiencia.