sábado

Para un dibujo de Quint Buchholz,
que muestra por qué es tan importante
que las niñas pequeñas tengan libros”
Elke Heidenreich




—Ahí está el río
entre mi dedo que señala y el agua que viaja hay una distancia dilatada, triste.
Los protocolos terrenales la hacen extensa. Miro el agua desde lejos.
—Cuando terminemos de rendir vamos al río
El agua está en el horizonte de esta vista de ciudad. Sólo puedo acariciarlo con mi dedo desde este balcón.
Los espejos, los remansos, esos salientes verdes que de cerca se llaman barrancas, la isla de enfrente y sus habitantes misteriosos. Todos ellos son un cuadro de Quint Buchholz. Una ventana. Un libro que mi padre me regaló. Unas ganas de estar allí.

Ahí está el río. Inmaterial. Obstinado. Mi dedo dibuja sus imperfecciones.
En estos tiempos me toca esperar que una brisa con aires marinos invada el balcón algunas tardes.
Para llegar hay que cerrar los libros y las puertas. Hay que colgar los relojes y quemar el calendario. Y la cuenta de la luz.
Para llegar hay que bajar la calle con pasos largos. Escuchar los pies que pisan, que se empeñan en enmudecer el cuchicheo de una ciudad que sólo existe si volteamos.